Tuve un amor melodioso y fugaz como una estrella rebelde. Por demás, imposible.
Ya no está conmigo y sólo me quedó el despecho de lo que pudo haber sido.
Siempre supe que eramos ajenos, y aun en lo incierto de mi futuro, le entregué el alma toda, sin pedir condiciones ni esperar promesas.
Y ese capítulo de nuestras vidas, como un cuento de hadas que escribimos juntos, se volvió fábula de brujas, desoladas y melancólicas.
De qué sirve el amor si se parece a la muerte?
Para qué, entonces los besos, si saben a tristeza?
Pues, sucedió que se le acabó la pasión en un día cualquiera-quizás por algo que le dije o no, nunca lo sabré-.
Y aquí estoy, buscando el consuelo del olvido. Mas, el olvido sólo se llevó una parte y hoy me asaltan la dicha memoriada de mis noches bajo sus estrellas, de mis tardes recostada en su playa, consumida por las llamas de sus paraísos perdidos. Muy a mi pesar, aun invoco sus manos de selva indómita y su mirada de Caribe.
Mi amante regresó a los aires de su pasado triste y me alejé para no estorbar los destinos marcados por otros. Lo perdí, se fue lejos. Y es precisamente su condición de lejanía lo que me hace amarle más.
Hoy las estaciones van y vienen, mientras quiero creer que en medio de su silencio impasible y seco, aun me piensa bonito y me recuerda en el sabor de las delicias que compartimos alguna vez, en la libertad que nos dió, por un instante, el ser felices.
En mis noches de nieve y tormenta, sigo esperando su regreso.
Trato de conciliar la paz en mi almohada y susurro su nombre en vano:
!Venezuela, Patria Mía!
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Hace 7 años.
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