No tenía miedo a las dificultades: lo que la asustaba era la obligación de tener que escoger un camino. Escoger un camino significaba abandonar otros.
Pablo Coelho ¿A qué le tememos cuando nos encontramos cara a cara con una bifurcación? ¿Por qué me asalta la duda del camino que no tomé? Cierro los ojos, respiro hondo y doy el primer paso, pero siempre quedará la pregunta...
Quizás no fue coincidencia encontrarme contigo, Tal vez esto lo hizo el destino. Quiero dormirme de nuevo en tu pecho Y después me despierten tus besos.
Tu sexto sentido sueña conmigo Se que pronto estaremos unidos. Esa sonrisa traviesa que vive conmigo Se que pronto estaré en tu camino.
Sabes que estoy colgando en tus manos Así que no me dejes caer Sabes que estoy colgando en tus manos.
Te envió poemas de mi puño y letra Te envió canciones de 4.40 Te envió las fotos cenando en marbella Y cuando estuvimos por Venezuela Y así me recuerdes y tengas presente Que mi corazón esta colgando en tus manos Cuidado, cuidado que mi corazón esta colgando en tus manos.
No perderé la esperanza de hablar contigo, No me importa que dice el destino. Quiero tener tu fragancia conmigo, Y beberme de ti lo prohibido.
Ayer, tres de Abril, hubiese cumplido cien años mi abuelo Arnoldo Roostna. La vida no le alcanzó sino para llegar a los sesenta y nueve, aunque fueron bien vividos en una mezcla perfecta de penas y gozos. Mi abuelo tenía la textura y el porte de un monolito de piedra, pero la suavidad y el silencio de un osito de peluche. Hombre de frases cortas y paseos largos, olía a trabajo y a prudencia. Fue campesino, militar y hombre. Vivió la guerra a merced de las circunstancias, a las que pareció haber dejado en el olvido de las desgracias y se dedicó a comenzar de nuevo cada día. Supe por los cuentos que me contaron que por un tiempo se perdió en alguna cárcel serbia, pero el corazón le reclamó vida y la voluntad del cuerpo le concedió el milagro, una vez más. Después de mucho caminar, se presentó en su casa, flaco y pulgoso. Y decidió seguir viviendo. Emigró y se instaló. Se iluminaba todo con nosotras,sus nietas y con la misma iluminación le soportaba las voluntades a mi abuela, a la que siempre le concedía cuanto deseo se le atravesáse. Se movía sin prisa en las alegrías, como si absorbiera cada instante del remolino delicioso que estaba presenciando. Me enseñó que los caballos y los hombres, entienden el lenguaje secreto de una caricia; que los atardeceres son un regocijo de silencio que ayuda a la contempación del alma y que la misión de los abuelos es sólo consentir. Nunca supe qué memorias de sangre y balas lo asaltaban; qué pesadillas había tras su mirada mansa. Pero sus años tras la guerra y durante mi infancia, su presencia fue una fuente inagotable de sabiduría y amor.
Vengo de lejos y a veces, sé a donde voy...Tengo muchas vidas, sueños y fantasías, que luchan por su luz...Y es que mi imaginación es un demonio persistente y glotón, que debe ser aplacado, alimentándole la memoria con aromas, sabores, texturas, melodías y visiones.